Sir Sydney Chapman en una conferencia. |
Póster del IGY |
En ése ambiente en plena ebullición, los entusiastas de la vida extraterrestre, vieron en Marte el candidato idóneo.
Marte era considerado mucho más viejo que la Tierra y por tanto la vida en el planeta rojo, tendría mayor complejidad y líneas evolutivas, una población más vieja y sabia que los humanos.
La notable mejoría en la calidad de los telescopios contribuyó a lograr observaciones más detalladas de los cuerpos celestes. En 1877 Asaph Hall descubrió dos pequeños satélites marcianos, Deimos y Phobos. Marte atraía el interés de los astrónomos mientras la Luna poco a poco cedía su lugar de privilegio a observaciones de los planetas. Durante aquel año de 1877, un astrónomo italiano, Giovanni Schiaparelli, asombró a los profesionales y al público al anunciar que en Marte se observaban surcos (canalli) De inmediato, quizá por una mala traducción o interpretación de la palabra canalli, más de uno afirmó que los canales eran en realidad gigantescas obras de ingeniería que llevaban agua de las regiones polares a las regiones habitadas.
Durante más de treinta años, el fervor por Marte no cesó. Fue una época de fuerte vinculación del público con los anuncios de los grandes observatorios del mundo. Los boletines eran leídos con creciente interés. Se dibujaron y publicaron detallados mapas marcianos que sugerían complejas vías de comunicación y sistemas de irrigación, construidos por una civilización muy avanzada.
Alrededor de 1900, final del siglo XIX, se instituyó un curioso premio denominado Prix Guzmán que debía entregarse a quién estableciera sin lugar a dudas, comunicaciones con otros planetas, excepto claro, con Marte “pues la comunicación con los marcianos era muy fácil de lograr” hasta dónde se sabe, el Prix Guzmán no ha sido entregado a ningún participante.
La literatura no podía faltar a la convocatoria de los sorprendentes anuncios. Un matemático literato, Kurd Lasswitz, nacido en Breslau, hijo de un rico mercader que dotó al joven de una esmerada educación; Kurd dedicó su tiempo a las ciencias naturales, los números y símbolos y la literatura. Lasswitz escribió muchas obras pero destaca la novela Auf Zwei Planeten (En dos Planetas), obra que lo convirtió en un autor muy apreciado incluso por astrónomos profesionales. Publicada en 1897, alcanzó muchas ediciones y fue prohibida por los nazis. Fue reimpresa en 1948 como homenaje al autor en el centenario de su nacimiento.
En la obra, Lasswitz partía de considerar a los marcianos con mucho mayor antigüedad e inteligencia que los humanos y capaces de viajar en el espacio. Consecuentemente la posibilidad de que los marcianos viajaran a la Tierra era perfectamente posible. El ambiente de la obra estaba sabrosamente condimentado con la afirmación de que los canales eran franjas de vegetación a través de los desiertos, grandes bosques que alcanzaban dimensiones colosales debido a la menor fuerza gravitatoria del planeta. El agua se conducía mediante tuberías para evitar la evaporación, para que nada del valioso líquido se desperdiciara y se utilizara completamente en el riego de plantas comestibles. La avanzada química marciana había logrado producir plantas y alimentos sintéticos de tan bajo costo, que su obtención era prácticamente gratuita. Lasswitz soñaba con una sociedad perfecta que no padecía las mordidas del hambre y la desigualdad. Sin embargo, se produce un episodio dramático: los marcianos de ética superior deciden la guerra contra los humanos debido a la necedad y estupidez de estos últimos. Claro, hay humanos que visitan Marte mediante un globo que en el Polo, es capturado por un torbellino de energía que los transporta hasta el planeta rojo. Desde allí los protagonistas observan la Tierra con la ayuda de un súper telescopio, lo que observan es dramático y triste, hambre, desigualdad, guerras, sufrimiento... (Por lo visto nada ha cambiado en nuestros días)
A Auf Zwei Planeten, le siguen otras notables novelas, el inglés Herbert George Wells escribe The First Men in the Moon y, esencialmente, La Guerra de los Mundos obra que ha sido llevada al cine y en la cual los virus son los héroes al salvar la Tierra de la invasión marciana.
Cabe recordar que ya entrado el siglo XX, se produjo otro acontecimiento de alcances impredecibles para la época. En 1930, Orson Wells, dramatizó en radio La Guerra de los Mundos con consecuencias asombrosas, que dieron pie a muchas teorías sobre el impacto de los medios de comunicación, especialmente la credibilidad de la radiodifusión.
Otras obras basadas en la imagen marciana han estado presentes en múltiples traducciones y ediciones como HP Dick, Marciano vete casa, la notable obra Crónicas Marcianas de Ray Bradbury, entre las más conocidas. Los avances de la astronomía, la física, química, biología, los descubrimientos sobre la naturaleza humana a través del psicoanálisis, los efectos aterradores de la guerra, habían contribuido a construir escenarios y expectativas complejas y paradójicas. Sé habían derrumbado estructuras mentales ancladas al pasado, y las nuevas llegaban vacilantes. No era descabellado de ninguna manera, pensar en la posibilidad real de construir máquinas para viajar por el espacio.
Hermann Oberth |
En Alemania el desarrollo de los cohetes con objetivos útiles ya tenía rato largo de flotar en el ambiente. Durante la reunión Anual de la Sociedad de Científicos y Físicos Alemanes de 1906, R. Baur que había emigrado a Turquía y fungido como instructor de artillería del ejército, presentó un informe realmente interesante. Baur, había realizado, incluso, algunos experimentos con cohetes destinados a dispersar las nubes productoras de granizo. Baur pensaba que una potente explosión en el interior de la nube, ocasionaría que el mecanismo productor del granizo podría alterarse con la súbita dispersión de las pequeñas gotas de agua y con ello, impedir la coalescencia, de manera que no produjera la formación de esferillas de hielo. En Suiza se desarrollaron muchos experimentos pero, obviamente, no se podía demostrar que una nube potencialmente con granizo, era dispersada o no por la explosión de los cohetes. Curiosamente hoy día se utilizan cohetes que esparcen yoduro de plata para provocar lluvias. Los experimentos de Baur fueron un paso realmente interesante de aplicación de los cohetes para investigación de la atmósfera y lograr resultados útiles. Aun más sorprendente, resultó la aportación de Baur, al presentar en la misma reunión, un trabajo titulado “El cohete al servicio de la fotografía” y daba cuenta de las experiencias del ingeniero Alfred Maul quien había diseñado un cohete portador de una pequeña cámara fotográfica y obtener placas aplicadas a reconocimiento militar. Un primer modelo se lanzó en 1904 y portaba placas emulsionadas de 40x40 mm. El cohete podía alcanzar unos 300 m de altitud, con el inconveniente, muy serio, que el material debía recuperarse no siempre en condiciones adecuadas para ser utilizado. Maul construyó varios cohetes de diferentes tamaños, uno de los últimos construidos pesaba, al momento del despegue, 25 kg y en 8 sec alcanzaba 500 m de altura. Portaba placas de 12x12 cm y el propulsor era pólvora negra. El diseño mayor fue construido y lanzado en 1912, con placas de 18x18 cm y un peso al despegue de 42 kg. Alcanzó 900 m de altitud y prometía frutos muy jugosos. Willy Ley el gran divulgador de los viajes espaciales, escribió que las imágenes obtenidas por los cohetes de Maul, sobreviven publicadas en la vieja revista Kosmos de 1914. A los pocos años, comenzó la Primera Guerra Mundial y estos experimentos fueron desplazados por aviones de reconocimiento.
El gran divulgador Willy Ley. Paleontólogo, escritor, experto en cohetes. |
Pese a su contenido físico y matemático, Die Rakete zu den Planetenräumen, comenzaba con una especie de profecía:
i. El estado actual de la ciencia y los conocimientos tecnológicos permiten construir máquinas que pueden elevarse más allá de los límites de la atmósfera terrestre.
ii. Después de perfeccionadas, esas máquinas serán capaces de alcanzar velocidades tales que, si se las deja recorrer su trayectoria en el vacío, no regresarán a la Tierra y serán además, capaces de salir de la zona de atracción terrestre.
iii. Podrá construírseles de tal manera que puedan transportar hombres, sin menoscabo de su salud.
iv. En determinadas condiciones, la fabricación de tales máquinas podría ser provechosa. Estas condiciones pueden producirse en una pocas décadas.
Después vienen las consideraciones teóricas y los desarrollos matemáticos, sin embargo, el libro fue un éxito de librería. En un suspiro se agotó la primera edición y los pedidos para la segunda habían agotado también el tiraje planeado.
Al poco tiempo se dejaron venir las críticas que sufre toda idea novedosa. Desde siempre se ha sabido que cualquier cambio de referencia cultural es uno de los procesos humanos más difíciles de madurar, casi siempre se opone todo tipo de resistencia al cambio. La ciencia no es ajena a estas reacciones.
Algunos astrónomos expresaron que la propuesta de Oberth no pasaba de ser una curiosidad interesante, pero “como bien se sabía” el estudio no tenía fundamento pues “no se producía reacción en el vacío” Otro crítico, físico él, argumentaba que por más reflexión que hacia en torno a los cohetes, no alcanzaba a comprender cómo los gases de escape iban a seguir al cohete, cuando éste sobrepasara su propia velocidad de escape. Sospechamos que nuestro “físico” entendía poco de Física ya que visto desde la referencia del cohete, no cambia la velocidad de escape.
Hermann Oberth, Wernher von Braun, y miembros de la VfR |
A pesar de los argumentos en contra, el libro cayó en terreno fértil ya que estimuló a otros interesados a adentrarse en las ideas en torno a la ingeniería y posibilidades de los cohetes y sus aplicaciones. Oberth y sus amigos de la VfR dedicaron un tiempo para conseguir financiamiento para experimentar, pero los posibles financieros se llevaron más de una sorpresa. Para comenzar, Oberth era un joven delgado y generalmente bien vestido. Su presencia adusta, contrastaba con la idea típica de una especie de chiflado con las agujetas de los zapatos sueltas, barba, el cabello largo y hecho un manojo desordenado. Oberth hablaba con un tono profundo de barítono, preciso y directo; no guardaba secretos, no tenía patentes, todas las ideas, según exponía a los gordinflones hombres del dinero, estaba expuesto en su libro, el cual, por supuesto, no habían leído y mucho menos comprendido. Las reuniones fracasaban precisamente por la actitud abierta y generosa de Oberth. Los ricachones, con expresión asnal sólo miraban sin comprender un ápice de las explicaciones del despreocupado joven. Obviamente, los panzones inversionistas sólo pensaban en hacer dinero fácil y rápido. Aquel distinguido jovenzuelo que no tenía especial interés en las ganancias, no los convencía con sus soñadoras propuestas. En 1929 Oberth escribe otro libro fundamental: Wege zur Raumschiffhart (Rutas al espacio) Estas actividades ocurrían mientras intercalaba viajes frecuentes a su querida Transilvania para dictar sus clases de física y matemáticas. En 1930 encontramos a Oberth y sus estudiantes de la escuela técnica de Medias, enfrascados en probar un cohete impulsado con combustible líquido. De1935 a 1940, Oberth decide enviar a su familia a Sibiu y se convierte en profesor durante la guerra, en el Technische Hochschule de Viena y en Dresden, alterna sus clases con la actividad científica en el complejo militar de Wittenberg. Al terminar la guerra, permanece en Alemania hasta 1948 y se muda a Suiza para trasladarse a Italia y permanece ahí hasta 1953. Las cosas parece que no son muy estimulantes y se marcha a Estados Unidos de América donde trabajara en el Arsenal Redstone. Retorna a Alemania se finca en Feutch, Nürnberg, no sin antes ser consultor de la empresa Convair de Estados Unidos. En 1962 se retira en Alemania.