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martes, 18 de octubre de 2011

En los andamios del infinito: Historia de la Exploración Espacial VIII

Al finalizar la Guerra Mundial I, se firmaron tratados de paz y especialmente el Tratado de Versalles, que imponía serias limitaciones en el desarrollo y crecimiento del potencial militar  alemán. Las prohibiciones incluían temas de artillería pesada, carros de combate, aviones pero no se mencionaba nada acerca de cohetes.
El AltoMando alemán visita Pennemunde, la base táctica de cohetes alemanes. Atrás de elegante traje von Braun.
A comienzos de la década del 30, la situación política en Alemania era crítica. En el camino al poder, Adolf Hitler se mantuvo fiel a los lineamientos del Tratado, pero tomó ventaja de todos los huecos legales de manera que cualesquiera innovaciones tecnológicas de armas nuevas, era estudiada cuidadosamente, entre las de mayor interés se encontraban, por supuesto, el desarrollo de cohetes con fines militares. 
Una vez que Hitler ya era firme candidato al poder en Alemania, las violaciones al Tratado de Versalles no se hicieron esperar.  Fue el momento, que con meridiana claridad, se vio a los cohetes como armas superiores a la artillería tradicional.
No obstante el interés militar, el núcleo del desarrollo tecnológico descansaba en las aportaciones de los civiles entusiastas y fueron objeto de observación por parte del ejército. De hecho, uno de las primeras tareas del profesor Becker fue recopilar toda la información disponible sobre tecnología de cohetes, combustibles, materiales y toda información sobre el tema. Como buen militar, práctico y eficiente, no toleraba fumadas exóticas y soñadoras, única y exclusivamente datos reales. Resulta, obviamente, que las visiones calenturientas son el motor de los inventos notables, pero en aquel momento, valían sólo los resultados de experimentos reales.
Ensayos de Kummensdorf
El profesor Becker era generoso con los fondos que trataba de proporcionar a las sociedades civiles, pero invariablemente se topaba con los grandes despliegues publicitarios que rodeaban a la VfR o los particulares dedicados a los cohetes.  Obviamente al ejército la publicidad le incomodaba seriamente. Es sabido que cuando los simples mortales nos enteramos de la existencia de nuevas armas, es porque ya se cargaron a cientos o miles de personas, casi siempre civiles. De manera paradójica, después de cargarse a miles, los gobiernos muestran muy ufanos y con un cinismo patético los efectos mortíferos de sus armas. Irak es sólo un ejemplo reciente. Es el caso del bravucón de cantina que siempre dice: “ya sabes lo que te espera... al tiempo que muestra los puños” 
Por esos años, Alemania resentía las consecuencias de una crisis financiera que también afectaba a otros países europeos y especialmente a Estados Unidos con  la famosa crisis del 29. Miles se quedaban sin empleo, el hambre hacia su aparición y las masas de trabajadores, literalmente en la más notoria chilla, se inquietaban cada día más. En 1931, como consecuencia de la crisis, la VfR vio disminuir el número de sus afiliados. Muchos quedaron cesantes y no podían solventar los gastos de sus membresías, de hecho muchos quedaron en una situación equivalente a franeleros[1]. Al finalizar aquel año, quedaban unos 300 miembros, menos de la mitad de la otrora entusiasta VfR, que comenzó a tener olor a santidad en la historia de la astronáutica y próxima a desaparecer. Para evitar la inminente muerte por falta de miembros y recursos, Rudolph Nebel escribió un dramático opúsculo donde mostraba las virtudes de los cohetes de largo alcance como arma estratégica.
El cohete del profesor Mohr
Al comenzar 1932, el profesor Becker y Walter Dornberger visitaron la pomposa Raketenflugplatz para inspeccionar las instalaciones y los resultados de la VfR. Los cohetes disponibles eran apenas unos cuantos, poco confiables y en etapa de desarrollo. Los directivos de la VfR se quedaron boquiabiertos cuando el profesor les preguntó datos sobre empujes, curvas de aceleración, combustibles, materiales y otros datos básicos. Oberth, cuyo genio podría resolver problemas complejos y proporcionar datos útiles, se encontraba con sus alumnos en la escuela técnica de Medias. No había pues, mucha tela de donde cortar.  No obstante en abril de aquel año, oficiales del ejército, se presentaron con Nebel para ofrecerle un pequeño contrato de 1367 marcos, oxígeno puro en plena  crisis, con el fin de construir un cohete que alcanzara 3000 m de altura, mientras eyectaba una flama roja que pudiera ser observada para medir los datos físicos y numéricos del vuelo.
El lanzamiento del cohete se llevaría al cabo en Kummersdorf con las medidas necesarias para mantener el secreto y la seguridad. Para julio de aquel año, el cohete estaba listo para las pruebas. Una mañana soleada los miembros de la VfR se presentaron muy propios y sonrientes a las pruebas. De inmediato se toparon con una sorpresa que los intrigó sobremanera, la sorpresa los dejó en la frontera de la imbecilidad clínica, se encontraron de frente con instrumentos de medición que no habían imaginado: telémetros, telescopios con graduación, goniómetros y otras rarezas por el estilo; la sonrisa se tornó  sudor frío y temblorina en las manos. Quedaba claro que para el ejército, las cosas iban en serio.
La tensión era cada momento más intensa, el  cohete fue lanzado, subió unos 100 metros, se inclinó hasta volar casi horizontalmente y descendió como un fardo, para colmo de males el paracaídas se abrió justo en el momento del choque.  Unos a otros se miraron con asnal expresión sin saber qué decir.
Lanzamiento desde Peenemunde
El profesor Becker rojo como tomate de ira por el patético espectáculo, se negó terminantemente pagar a Nebel algunos cientos de marcos por los imprevistos.
El resultado era evidente y esperado. Con las instalaciones y equipo de Kummensdorf, el ejército no necesitaba mayores relaciones con civiles soñadores. De todo el asunto resaltaba que mientras unos pensaban en viajes de exploración y expansión del conocimiento,  otros  trataban de lograr el efecto contrario, es decir, la eliminación súbita del enemigo a distancia. ¿Nos sorprende?. Recordemos que las ideas básicas no han cambiado mucho después de todo. La Ciencia y la Técnica tienen la neutralidad e ideología de quién la practica.  En los siguientes meses, el capitán Dornberger construyó el primer motor propulsado por combustible líquido, con estricta finalidad militar.
Cohete de alas plegables del doctor Tiling
En 1932 la situación política en Alemania era caótica. La depresión económica alcanzaba situaciones nunca vistas. Las devaluaciones del marco ocurrían en término de días, el desempleo aumentaba cada hora. El Partido Nazi estuvo a punto de ganar las elecciones de aquel periodo, fundamentalmente por los incendiarios discursos del singular Adolf Hitler. Un año después Hitler fue nombrado Canciller de Alemania y de inmediato, investido de poder, comenzó una política perfectamente comparable con algunos de los más preclaros dictadores bananeros. De hecho –faltaba más-se autonombró Führer del pueblo alemán.
Base en Kummensdorf
En aquel mismo año, Wernher von Braun recibió su título de ingeniero en aeronáutica por el Instituto Tecnológico de Charlottenburgo. El capitán Dornberger escribió tiempo después, que le había sorprendido la energía de aquel apuesto joven- se refería a von Braun- y sus profundos conocimientos de astronomía, física y matemáticas. Evidentemente el inquieto Wernher había dejado huella en su antiguo profesor Becker y en el capitán Dornberger.
Cuando comenzó a formarse el equipo para el desarrollo de cohetes militares, el propio profesor Becker escribió: “Coloqué a von Braun en primer lugar de mi lista de colaboradores”  Las cosas avanzaban rápidamente y con mucha fortuna para los tiempos de depresión que corrían, ya que  el 1 de noviembre de 1932, Wernher von Braun firmaba contrato con el Reichswehr con la misión de dirigir la investigación y desarrollo de cohetes militares.
La Wehrmacht (el ejército), con mucha perspicacia y con previsión, becó a von Braun en la Friederich Wilhelm Universität con el fin de incrementar sus conocimientos. En sólo dos años completó el doctorado en física con una tesis que versaba sobre problemas teóricos y prácticos de los propulsores líquidos en cohetes. En efecto, con esto se comprueba que la inteligencia es un producto con mucha demanda pero con muy escasa oferta.
Prueba de banco de un dispositivo de combustible líquido.
Dornberg no estaba dormido en sus laureles, observaba y reclutaba talentos provenientes de la sociedad civil.  Pronto se hizo de los servicios de otros miembros de la venerable VfR como Heinrich Grünow, un notable mecánico, Arthur Rudolph, diseñador de motores cohete, antiguo amigo del difunto Max Valier y  Walter Riedel un investigador que laboraba en la empresa Heylandt.
En 1933 el profesor Becker fue promovido a jefe de la Oficina de Armas del Ejercito. Su misión principal en aquel momento, consistía en encontrar nuevos sitios para realizar pruebas con seguridad y, esencialmente, secretas.
Paulatinamente, la operación crecía en importancia con muchos esfuerzos técnicos, industriales y de investigación para lograr un cohete eficiente. Para esos tiempos ya se conocían algunos propulsantes líquidos, sistemas de enfriamiento, diseño de toberas,  sistemas de ignición, materiales adecuados pero sólo en condiciones estáticas, vale decir, pruebas de banco.
Un nuevo cohete se pergeñaba entre los adustos y flamantes edificios  de Kummensdorf, a los ingenieros y científicos les salía humo por las orejas de tanto pensar, pero ya tenían un prototipo denominado A-1. El primer diseño era un pequeñín de sólo 1.375 m, un diámetro de 30.5 cm  y un peso de 150.15 kg. Tres de estos cohetes fueron probados con sendos fracasos, suele decirse: “Dejan muchas enseñanzas...” Comentario que tiene un fuerte tufo a las declaraciones de los entrenadores del famosísimo Tri. Y así fue, pronto surgió el A-2 con una modificación importante en los estabilizadotes y un nuevo emplazamiento del tanque de oxígeno líquido para prevenir explosiones al momento de mezclarse con alcohol.
Una vez preparados, fueron transportados al norte de Alemania, al mar Báltico en la isla de Borkum, con el fin de mantener el secreto que no se garantizaba totalmente en Kummersdorf. Sin duda ya tramaban algo serio estos muchachos.
En un día frío y húmedo de diciembre de 1934, ambos cohetes fueron lanzados. Los dos alcanzaron poco más de una milla de altura y cayeron cerca de la torre de lanzamiento. Se logró un avance técnico fundamental: la ingeniería de cohetes propulsados por combustibles líquidos era una realidad.
Es importante abrir un paréntesis y señalar que los cohetes desarrollaron sus principios empíricos y su empleo básico cómo armas, y después como parte de la diversión popular en China, herencia que sigue vigente en la actualidad. Los maestros coheteros de Cholula y Huejotzingo en Puebla, bien podrían lanzar más de un cohete eficiente a la alta atmósfera de no ser que se quedaron en el desarrollo de juegos pirotécnicos para  las celebraciones patronales, funerales, bodas y el infaltable grito en septiembre, hasta ahí han llegado nuestros intentos espaciales.




[1] Franelero: personas que limpian los parabrisas de los autos en las esquinas de mayor tránsito y a las cuales se les dan unas monedas por sus dudosos servicios.