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viernes, 30 de septiembre de 2011

Nuevos Ex Libris.

Archinboldo. 1573

Mar de Avashinsky

René Descartes

Mi primer Ex Libris...aun lo uso

Brueghel el viejo

Cutty Sark

El Molino Brueghel el viejo


City of Lisboa
Presento a mis amigos visitantes una nueva serie de Ex Libris. En realidad se recomienda emplear uno o dos modelos, no obstante, he diseñado unos cuantos más para elegir aquellos que serán definitivos. Si acaso alguno desea crear sus propios Ex Libris con mucho gusto comparto mi experiencia.  Cada Ex Libris mide en promedio 8x6 cm, aunque pueden diseñarse del tamaño deseado.

martes, 20 de septiembre de 2011

Colección de Ex Libris.

Desnudo. Seifert (1887) 
Seifert 1890
Los Ex Libris son pequeños grabados que se pegan en la cubierta interior de los libros. Ex Libris, en latín,  significa "de los libros de..." es una forma personal de marcar la propiedad del libro y una manera de mostrar respeto por el objeto más encumbrado de la historia humana, justamente el libro.  Los Ex Libris tiene una larga historia, nacen en los conventos y monasterios medievales, al principio los manuscritos se marcaban al fuego con un sello típico del repositorio conventual. Al nacer el libro en 1454 por el invento de la imprenta con letras fundidas y movibles debido a los esfuerzos de Gutenberg y otros impresores, los Ex Libris se extendieron y algunos han sido joyas del grabado. Actualmente los Ex libris han tenido una especie de renacimiento fundamentalmente en Europa. En México también los Ex Libris tiene una larga historia. La imprenta se establece en la Nueva España en 1535 y de inmediato los Ex Libris engalanan los libros, esencialmente en conventos para hombres y mujeres.  De hecho en el país tenemos la Sociedad mexicana de Ex Libris y algunos de ellos son realmente notables obras de arte.
W. A. Bougereau
Cupido. WA Bougereau.
Mis Ex Libris son relativamente más modestos y digo relativamente porque elijo pinturas como tema, soy deudor agradecido de los maestros pintores, lo cual, además, me permite conocer y estudiar periodos de la pintura que de otra manera serían menos accesibles. En la primera serie de mis Ex Libris, las pinturas del neorealismo o del renacimiento son los temas elegidos. Los trato con los programas bien conocidos de PhotoShop en un grado mínimo para no alterar sus características de color básicas.
Leonardo. El hombre de Vitruvio
Espero que algunos de mis visitantes se interesen en el tema y decidan diseñar sus propios Ex Libris, puedo asegurar que es una experiencia muy estimulante y revela que hay una actitud seria y comprometida con el respeto a la lectura, los escritores y naturalmente con el libro. Algunos de mis Ex Libris tiene escrito la frase latina "Ad Sidera Cognta Tendit" que significa " A conocer el universo".
Muerte de Sócrates. David (1886)
WA Bougereau. El primer beso.












En México una hoja de papel adhesivo tamaño tabloide (43x28 cm) en la cual es posible acomodar unos 14 Ex Libris, tiene un costo de 7 pesos, es decir, unos 50 centavos de dólar o 35 centavos de euro. Una vez impresa la hoja, se corta cuidadosamente y cada ocasión que se adquiera un libro, se pega el Ex Libris en la primera página.  Espero sean de su agrado y apreciaría mucho sus comentarios.
ARD.







  

sábado, 17 de septiembre de 2011

En los Andamios del Infinito. Historia de la Exploración Espacial VI. Seminario Libre de Historia de la Ciencia y Tecnología.

Una tarde de Té con Klío[1].

En 1905, el mundo comenzó un rápido viraje conceptual del cosmos y paulatinamente penetró en una confusa visión de la vida cotidiana. En aquel año un joven publicaba una de las obras más trascendentes de la historia: Acerca de la Electrodinámica de los cuerpos en movimiento”. El trabajo causó escozor, desconcierto y entusiasmo entre los pocos científicos que abordaron la lectura del artículo escrito por Albert Einstein.  Las ecuaciones de Einstein mostraban un universo completamente diferente al construido por las venerables ecuaciones newtonianas. Con la Relatividad y bajo las condiciones iniciales adecuadas, los relojes parecían marchar más lentamente y las longitudes se contraían. La teoría Especial de la Relatividad fue un verdadero martillazo al intelecto y comenzó la apertura de nuevas ventanas a una realidad del universo que nadie o muy pocos habían pergeñado antes.  El descubrimiento de que el espacio, el tiempo, la energía y la materia misma, son términos de medición relativos, que dependen del marco de referencia desde el cual se observan no son absolutos,  cambiaron radicalmente la percepción de las cosas e influyó poderosamente en nuevas visiones artísticas. 
Einstein y Eddington en amena charla.
En 1907 Einstein publicó una demostración fascinante en la cual quedaba claro que la energía tenía equivalencia con la masa al multiplicarla por la constante de la velocidad de la luz elevada al cuadrado, la famosa E=mc2. Muchos científicos se lanzaron de inmediato a la búsqueda de expresiones que generalizaran la primera versión de la relatividad, al mismo tiempo los gobiernos europeos se precipitaban rápidamente a la guerra.  En 1915 se escucharon rumores, en plena guerra, que Einstein había dado el paso trascendental y había logrado construir la Teoría General de la Relatividad  con nuevos contenidos sobre los campos gravitatorios y de paso una revisión a fondo de la física de Newton.  En la primavera de 1916, mientras los ingleses preparaban un  gran ofensiva contra los alemanes, los trabajos de Einstein atravesaron las líneas de guerra por los Países Bajos y llegaron a Cambridge. Nuevamente la pasión por el conocimiento científico se veía amenazado por las guerras patrioteras que han retrasado el crecimiento humano. Esta vez no hubo manera de detener la comunicación entre científicos. En Inglaterra Sir Arthur Eddington, astrofísico y secretario de la Real Sociedad Astronómica, estudió las ecuaciones de Einstein y las observaciones que eran menester para validar su teoría.  En primer término, la teoría predecía que al pasar cerca de una masa de dimensiones estelares, un rayo de luz sería desviado. Para el caso del Sol, esta desviación sería de 1,754 segundos de arco. Para observar la desviación era necesario fotografiar un campo estelar durante un eclipse total de Sol y comprobar la posición de las estrellas, mediante fotografías sucesivas del mismo campo estelar.  El siguiente eclipse se produciría el 29 de mayo de 1919.  Apenas había tiempo para preparar las expediciones pertinentes para demostrar la validez o no de la teoría.  El astrónomo real sir Frank Dyson, solicitó al agobiado gobierno inglés el dinero necesario para armar las expediciones a Príncipe y Sobral en Brasil sitios en dónde se observaría la totalidad del eclipse. 
No deja de ser irónico e ilustrativo que los ingleses trataran de probar la teoría de un alemán en plena guerra entre ambas naciones.  El mismo Eddington se encargó de revelar las grandes placas de vidrio y fotografiar el cielo en la misma posición seis meses después. El resultado fue sobrecogedor, la teoría de Einstein era correcta. No obstante, Einstein con la proverbial honradez intelectual que lo caracterizó toda su vida, exigía una prueba más difícil de lograr. Se trataba de un fenómeno que ocurre a escala cosmológica y es el corrimiento al rojo, es decir, las galaxias se alejan o acercan unas con otras, pero el corrimiento de las líneas espectrales al rojo indican un alejamiento a velocidades cercanas a la velocidad de la luz. El gran astrónomo estadounidense Edwin Hubble en el nuevo observatorio de Monte Wilson en California y su telescopio de 2.5 m, maravilla tecnológica de la época,  logró en 1923  registrar las líneas espectrales de galaxias lejanas. Aun así Einstein no quedó del todo conforme, buscaba experimentos que fueran discrepantes con la teoría, pero el éxito muy difundido de las expediciones inglesas, atrajeron la atención del gran público, la celebridad de Einstein creció al punto de considerarlo una especie de santo, un símbolo de integridad y la imagen del sabio distraído.  La ciencia comenzó una lenta penetración al ánimo del gran público. Casi simultáneamente, otra corriente de pensamiento revolucionario hacia su aparición en el horizonte científico e invadía la vida cotidiana. En 1900 el médico austriaco Sigmund Freud publicó una obra emblemática “La interpretación de los sueños. La obra y las investigaciones de Freud eran controvertidos y eran tema de constantes polémicas en los círculos médicos. Al finalizar la guerra, con las tragedias personales que sumaban millones, las ideas de Freud de pronto aparecieron como un elemento nuevo y prometedor, se popularizó el término “trauma de guerra”. Por aquellos años se utilizaban de manera bastante libre tratamientos psiquiátricos con ayuda de drogas o la novedad que era la electricidad y su aplicación a través de electroshocks. En muchos casos no se obtenía ninguna mejoría, los casos sumaban miles y las drogas y otros tratamientos, daban pobres resultados.  La aplicación de la electricidad especialmente, incrementó el número de suicidios, era un tratamiento extremadamente agresivo y los pacientes preferían morir para evitar repetir la dosis. La situación se agravó notablemente al punto que en el Hospital General de Viena,  el gobierno nombró un consejo consultor con la participación de Freud para definir una estrategia de tratamiento de casos. Esta circunstancia atrajo de inmediato la atención del público, y Freud sorpresivamente saltó a la fama con su impresionante obra que encendía una tenue luz de esperanza a todos aquellos que habían perdido el seso, o como decimos en México, “se les había volado el sarape” a causa de la guerra.   
Cartel del Bauhaus
En 1920 los casos psiquiátricos eran abrumadores, la guerra dejaba una secuela de enfermos mentales y la sensación de la guerra perdida acrecentaba la sensación de inseguridad y el riesgo de quedar sin trabajo en cualquier momento. En aquel año se inauguró una clínica psiquiátrica en Berlín al mismo tiempo que el amigo y alumno de Freud, Ernest Jones, comenzaba la publicación de International Journal of Psychoanalysis con la cual el psicoanálisis alcanzaba plena madurez y desarrollo.  Las ideas de Einstein y Freud literalmente enfrentaron una alicaída Europa, la sacudieron hasta sus cimientos y pronto los artistas comenzaron a incorporar los nuevos conocimientos a la búsqueda artística.  Poco antes en 1918, la guerra había terminado, los artistas e intelectuales salían entre las cenizas. Una grupo de artistas formó el Consejo Expresionista y se reunió en el Reichstag en Berlín proclamó la necesidad que el estado subvencionara a los artistas al tiempo que se nacionalizaran los teatros y se abolieran las academias. Las obras salidas bajo el sello del surrealismo, fueron adjudicadas a una expresión de las teorías freudianas, e inspiró a corrientes como el futurismo y aun el dadaísmo. No sólo en Alemania ocurrían fenómenos fundamentales en la interpretación de la realidad o la invención novedosa y libre. En Francia, Marcel Proust con su A la búsqueda del tiempo perdido, y el primer libro de la serie, A la sombra de las muchachas en flor, Proust comenzaba una desarticulación del tiempo y desenterraba las pasiones ocultas del placer sexual. Con la gran novela río de Proust, se abrían las dos grandes puertas de la nueva visión del mundo, la relatividad y las ideas sobre lo humano de Freud encontraban una expresión en el arte.       
El interés y el entusiasmo eran cocinados adecuadamente en una Alemania que aun se reponía de las pérdidas de la Guerra Mundial I. El caldo de cultivo estaba a punto.  Es importante reflexionar que la actividad científica, artística o acciones sociales determinantes no surgen espontáneamente. Estos complejos procesos culturales se desarrollan bajo condiciones peculiares, que generan cambios de referencia en la escala de valores y contenidos filosóficos en los cuales se sustenta la visión del mundo de una sociedad. En Alemania, durante los primeros años del siglo XX, la situación social desembocó en la Primera Guerra Mundial. Durante el verano de 1918, los científicos alemanes, en especial los matemáticos, físicos, químicos e incluso biólogos, junto con la población entera, esperaban que Alemania se alzara victoriosa de la guerra,  en cuya evolución habían participado de una u otra manera. Los científicos, quizá más profundamente que cualquier otro grupo del mundillo académico alemán, manifestaban gran satisfacción como científicos por los aportes realizados a los éxitos militares y ante la perspectiva de una victoria próxima,  el futuro pintaba halagüeño y con claras promesas de significativo ambiente de creatividad y progreso en ciencia y tecnología.
En todos los escenarios posibles ya fueran reuniones académicas, congresos o conferencias el grupo de físicos, químicos o matemáticos solían recalcar la importancia fundamental de sus respectivas disciplinas durante la guerra. Pensaban que durante la posguerra se produciría una estrecha interacción entre ciencia y abundantes resultados tecnológicos y en consecuencia, habría un interés en crear mayores y mejores institutos.
Durante junio de 1918, el gran matemático Félix Klein, en una memorable reunión,   a la que asistían ricachones industriales, funcionarios del gobierno y algunos encumbrados de la política que expresó: “... dominados se encuentran nuestros pensamientos por la cuestión de que debe venir después que se haya ganado triunfalmente la paz.”  Los deseos de Klein se dirigían, claro es, a lograr un nuevo instituto matemático para su universidad, y de paso reorientar la investigación académica en matemáticas, con el fin de armonizar la investigación con  las necesidades de la industria y la milicia. Klein, con gran optimismo, culminó su disertación con la propuesta de dar una nueva dirección a la educación alemana en todos los niveles.  Estaba, desafortunadamente, para él y los muchos importantes científicos alemanes, simplemente equivocado.
Durante el otoño de 1918, la esperada y celebrada victoria, se tornó en una amarga y sangrienta derrota.  En sólo unos cuantos meses, la imagen pública del científico como figura social respetada y venerable, cambió de referencia dramáticamente.
Muy pronto en Weimar, sede del Gobierno, comenzó un movimiento de rechazo a la razón como instrumento epistemológico, debido a su cercanía con el materialismo-mecanicismo-positivismo y porque la razón, básicamente demostradora, era incapaz de satisfacer el hambre de totalidad, glorificación de la vida, aprehensión de valores y no diseccionar la vinculación causal, como el objeto real del quehacer científico.
Europa en 1914.
Se imponía rápidamente una filosofía de la vida,  una lebensphilosophisch. Hacia 1920 un filósofo, Alfred Vierkandt, expresaba vehementemente y con un tono que reflejaba plenamente la corriente de sentimientos que flotaba en el ambiente: “Experimentamos, hoy día, un total rechazo al positivismo, sentimos una nueva necesidad de unidad, una tendencia sintetizadora en todo el mundo del saber, una forma de pensamiento que recalca lo orgánico sobre lo mecánico, en lo vivo que en lo muerto, en los conceptos de valor, propósito y meta que en de causalidad.
Marcel Proust
La lebensphilosophie, se convirtió en la corriente filosófica más importante y a la que se sumaron casi de inmediato miles de adeptos, amargados por las secuelas de la guerra, con su infaltable cadena de destrucción, sangre, muerte y sufrimiento. Fácil es imaginarse a la gente en los cafés decirse unos a otros, con mirada circunspecta y perdida en el espacio: ¿Crees en la lebensphilosophie?!...Ja...si. ! Viva la vida y el arte... muera la razón... y los científicos...!
Con la derrota en la guerra, resonaban por las calles las palabras de Saint Simon cuando con terrible dureza les hablaba a los científicos franceses en la aun reciente Guerra franco prusiana: “! Toda Europa se desangra y que hacen ustedes para detener esa carnicería? Nada. ¡Qué digo! Si son ustedes los que perfeccionan los medios de destrucción...
No obstante el sentimiento adverso y ambivalente de la población respecto a la ciencia, por aquellos años surgió la escuela del Bauhaus encabezada por Walter Gropius, con él y sus seguidores se había generado una situación muy peculiar. Las ideas del Bauhaus, en general representaban acertadamente, el pensamiento predominante de la ideología de Weimar. La nueva arquitectura y el movimiento asociado de diseño fueron la expresión de un impulso inherente a los métodos de las ciencias naturales y a los logros de la tecnología.
La respuesta de Gropius no deja de ser ambivalente. Mi principal propósito, dijo, al planear el currículo de la Bauhaus, fue el preparar las facultades naturales individuales para abarcar la vida como un todo, como una entidad cósmica universal... Nuestro principio guía fue que el diseño artístico no es un asunto intelectual ni material sino solamente una parte integral de lo que constituye la vida.
El famoso libro en versión al inglés.
La crisis de la cultura, la casi radical lebensphilosophie, acarreaba corrientes muy profundas y estimulaba obras radicalmente diferentes, prácticas directas. En 1918, apareció un libro que hizo época y aun se lee: “La Decadencia de Occidente” obra de Oswald Splenger. Era en realidad un intento por compendiar una extensa teoría de la historia mundial. La física, el arte, la música y la religión son complementos condicionados por la cultura. En la obra aparecía valorada positivamente la aportación de la tecnología, sin embargo, en toda la obra transpira un sentimiento fatalista muy apropiado para los tiempos que se vivían en no sólo en Alemania, en toda Europa se percibía un ambiente similar. Sin embargo, en Alemania el contenido de la Decadencia de Occidente encontró un terreno fértil para, literalmente, inundar la vida cotidiana. Podría considerarse uno de los éxitos bibliográficos más importantes del siglo. En cinco años alcanzó varias reimpresiones, al poco se agotó y hubo necesidad de reimprimirlo hasta en treinta ocasiones. En total se vendieron unos 100 mil ejemplares en lengua alemana, fue traducido y alcanzó también un gran éxito. Los científicos, entristecidos, rebajados en su estima social, solían decir: Splenger no entiende nada de mi ciencia, pero es un libro brillante...
 Aquel era el ambiente en que trataban de desarrollar ideas pioneras en el campo de los viajes espaciales que eran, a su vez, la persecución de sueños, que finalmente, glorificaban el quehacer y el intelecto humano en búsqueda de conocer otros planetas. Había que buscar y asumir la aventura de imaginar. Como lo expresó el escritor Emile Zolá ante un grupo de estudiantes parisinos: “Ha prometido felicidad la ciencia? Ha prometido la verdad, y la cuestión está en saber si conseguiremos ser felices con la verdad...” 


[1] Klío, Musa de la Historia.

martes, 6 de septiembre de 2011

En los Andamios del Infinito V.


En los andamios del Infinito: Historia de la Exploración Espacial.
Seminario Libre de Historia de la Ciencia y Tecnología.
Alejandro Rivera Domínguez

Durante dos años Oberth experimentó con una mezcla de gasolina y alcohol sin obtener mayores resultados pero mejores que la pólvora. Para 1929, lanzó el primer cohete denominado Kegeldüse y probó diferentes sistemas de ingeniería, algunos de los cuales se incorporaron a la V-2. Durante la guerra, mientras von Braun  bajo el mando de Walter Dornberger viajaron a Peenemünde y Arthur Rudolph iba al tristemente célebre Mittelwerk (Centro de Trabajo Central) y dedicaron su esfuerzo para fabricar  el cohete bomba V-2, Oberth se dedicó a perfeccionar el misil de propelante sólido. Para 1950 era asesor de la armada italiana en el desarrollo de mísiles. En 1953 apareció su libro Menschen im Weltraum (Hombres en el espacio) libro en que describe las ideas fundamentales de un telescopio reflector en órbita y una nave espacial movida por electricidad.   
Max Valier en un auto cohete Opel
Oberth independientemente del ruso Konstantin Tsiolkovsky, el verdadero progenitor de la teoría de cohetes, pensaron en estaciones espaciales que podrían convertirse en observatorios, un adelanto de los telescopios espaciales Hubble, Chandra o Spitzer, también podrían ser estaciones de comunicaciones y “enviar códigos mediante espejos entre dos puntos de la Tierra” otro adelanto de los satélites geoestacionarios de comunicaciones digitales. Agregaba Oberth: “con instrumentos precisos se podría reconocer todos los puntos de la Tierra. Estas observaciones se usarían en geografía y etnología y fotografiar tierras  inexploradas... La utilidad para operaciones militares es obvia, las estaciones espaciales pueden ser controladas por los beligerantes o alguna empresa puede vender los reconocimientos por altos precios. Las estaciones espaciales también pueden contribuir al salvamento de barcos y personas o para servicio de noticias”.
Es sorprendente que las ideas del venerable Tsiolkovsky y de Oberth realmente se han llevado al cabo. Otra idea profunda de Oberth fue la construcción de una estación espacial con un gran reflector solar para enviar la energía reflejada a las regiones frías o para generar energía.
Nebel
Pero ahora es menester retornar a los primeros momentos de la VfR. En  1927 el periodista y promotor Max Valier, cautivado por el libro de Oberth, dedicó sus esfuerzos a escribir numerosos artículos sobre viajes interplanetarios en periódicos y revistas. En 1924 escribió un libro Der Vostross in Weltaum (La conducción al espacio), basado casi totalmente en la obra de Oberth, pero sin la carga matemática y física, y sí, con numerosos errores,  enfoque típico de quién no entiende mucho, es decir, “sin matemáticas” no obstante, alcanzó un inmediato éxito debido a las audaces propuestas de trenes y coches cohete, aviones y muchos mecanismos movidos por la fuerza propulsora proporcionada por los cohetes.  Valier era un excelente publicista de su propio trabajo y frecuentemente conseguía fondos para diferentes proyectos. Un día se presentó con Oberth para ofrecerle escribir libros de divulgación sobre las ideas básicas y continuar con la escritura de temas relacionados con los viajes espaciales. Debido a los múltiples errores de Valier al tratar de escribir sin la debida preparación, entraron en escena otros autores con mejores talentos.  Para contrarrestar, en los posible, los estragos causados por los manifiestos errores de Valier, el notable escritor Willy Ley, en aquellos años apenas un jovenzuelo estudiante de paleontología que cambió los fósiles por la escritura de variados temas científicos, entre ellos la exploración espacial y después, exiliado en Estados Unidos, fue una autoridad en criptozoología. El libro de Ley publicado en 1928 se tituló Die Möglichkeit der Weltraumfahrt (Posibilidades de los viajes espaciales) que alcanzó un éxito editorial inmediato por su estilo claro y ameno. Mientras estos acontecimientos se producían, surgió un severo oponente de Oberth a través de la muy prestigiada Verein Deutschter Ingenieure, VDI, Sociedad Alemana de Ingenieros. El Consejero privado Lorenz de Danzing aseguraba que el cohete de Oberth  no tenía capacidad para alcanzar la velocidad de escape de casi 12 km/sec y para lograr el propósito con los combustibles disponibles, debía cargar alrededor de 34 veces su peso. La conclusión parecía aplastante: tal cohete no podía construirse.  De inmediato Hohmann y Oberth contestaron pero sus réplicas fueron rechazadas. El motivo era obvio, Lorenz era un venerable anciano y, además, un prestigiado ingeniero. Al grito de ¡estos jovenzuelos no contradirán al consejero privado! Y la cuestión quedó abruptamente zanjada.     
El joven Wernher von Braun 
No obstante, había otra prestigiada sociedad, la Wissenchaftliche für Luftschiffahrt, (WfL para los amigos que no desean desollarse los labios) La WfL invitó a  Oberth y Lorenz para que sostuvieran un debate serio. Ambos, en efecto, se presentaron; el Consejero Lorenz debatió largamente de manera vaga, contrario a Oberth que sólo ocupó algunos minutos para sostener que él era perfectamente capaz de construir un tanque de aluminio que, al llenarlo con agua, pesara 20 veces más lleno que vacío. Fue en términos boxísticos un nocaut técnico.  Lorenz no apareció más en el escenario de la ingeniería de cohetes.
 Casi simultáneamente Valier, había conseguido, de manera poco ortodoxa y menos recomendable, diríamos de manera algo nebulosa, la ayuda financiera de Fritz von Opel, el constructor de autos económicos,  para experimentar con autos movidos por cohetes. Los titulares de los principales diarios europeos daban cuenta del sensacional acontecimiento. Durante las exhibiciones, acudían miles de espectadores que se asombraban por el rugir y la estela de humo y fuego que impulsaba los autos. Al principio von Opel después de algunos fracasos se había negado a proseguir con el financiamiento, pero su olfato comercial le encendió el foco, y vio una gran oportunidad de hacerse con publicidad mundial prácticamente gratis.
  No satisfecho con estos experimentos, Valier comenzó a construir ingenios de propulsantes líquidos. La experimentación con mecanismos muy peligrosos en una etapa muy primitiva del desarrollo de los cohetes,  pronto  produjo  los primeros fracasos con resultados funestos. El 17 de marzo de 1930, Valier  en medio del humo y las flamas, entregó su alma al Creador, cuando intentó cargar un cohete que, evidentemente,  no estaba bien diseñado.  En 1926, apareció en las librerías berlinesas, una obra de Willy Ley quizá el más prolífico y entusiasta escritor y cronista de los primeros tiempos de los cohetes en Alemania. El libro titulado Die fahrt ins Weltall (Jornada al espacio) confirmó el creciente interés de las posibilidades de exploración espacial. En efecto, fue un éxito de librería, tal como diríamos hoy un bestseller, esos libros que algunas damas suelen referir para impresionar a sus amigas: ¿ya leíste el último de Willy? ¡Está buenísimo!  
La locura de los cohetes.
Max Valier en el arranque de un auto propulsado por cohetes.
Hubo otras tragedias durante aquellos años. Reinhold Tiling, un estirado ingeniero, famoso por sus diseños avanzados en materia de cohetes propulsados por pólvora, demasiado impaciente para comenzar los desarrollos de cohetes impulsados por combustibles líquidos y más interesado en los sistemas  de control y diseños de alas móviles, había arribado a Berlín con sus novedosos diseños aerodinámicos, propulsados por pólvora. Nebel y Willy Ley lo visitaron. Pero debido a la personalidad muy peculiar de Tiling, recibió a los visitantes diciéndoles “Señores no sé por qué los recibo, deben saber que yo sólo trato con la nobleza”. A continuación comenzaron una charla no muy amistosa en la cual Nebel ofreció algunos de los perfeccionados motores de combustible líquido, y Tiling colaboraría con sus cohetes con aletas estabilizadoras.  Tiling un  sujeto curioso, de esos que dicen frunciendo la nariz: ¡fuchi con estos nacos! Se negó en redondo y les dijo, palabras más palabras menos, que él no estaba dispuesto a colaborar con personas que evidentemente apenas lograban lanzar cohetes unos cuantos metros mientras yo -agregaba-  pienso cruzar el Canal de la Mancha con uno de mis cohetes. En efecto, Tiling había desarrollado desde 1928, cohetes con alas de ángulo variable para tener la posibilidad de recobrarlos y utilizarlos nuevamente. De hecho logró lanzar cohetes que alcanzaron 7 km de altitud y literalmente planearon exitosamente. En 1932 logró lanzar unos de sus cohetes desde un aeroplano y recuperarlo después de un excelente vuelo.   Una mañana, en el aeródromo de Tempelhof, donde solía realizar sus pruebas, Tiling reunió a unos cuantos cientos de personas interesadas en presenciar una prueba. La mañana lluviosa y fría no garantizaba nada interesante. Así fue, uno de los cohetes falló y se precipitó hacia las gradas sin lastimar a nadie milagrosamente. La policía intervino y fue todo por aquel día. Pero el asunto no quedó ahí.  El 11 de octubre de 1933, los diarios anunciaban que el laboratorio del profesor Tiling había desaparecido abruptamente debido a una explosión catastrófica. La asistente de laboratorio Angelika Buddenböhmer, el mecánico Friedrich Kuhr y el propio Tiling habían sido llamados a presentar cuentas con el Creador. Durante la noche habían tratado de comprimir 20 kg de pólvora. De acuerdo con la investigación policíaca, la prensa mecánica para comprimir pólvora había sido mal empleada y ahí comenzó todo. Increíblemente había más pólvora sin comprimir en el mismo cuarto y todo se juntó para provocar una fenomenal explosión.  No obstante, Tiling, su asistente y el mecánico lograron salir con la ropa en llamas y arrojarse a una fuente cercana pero era demasiado tarde, las heridas eran muy graves y los tres sucumbieron.  El hermano de Reinhold Tiling,  Richard continuó algún tiempo con los experimentos pero la actividad particular fue prohibida por el naciente gobierno nazi.
Uno de los logros de la VfR fue un cohete diseñado por Rudolph Nebel y construido por la habilidad de Klaus Riedel, con el fin de demostrar la factibilidad de los combustibles líquidos. El cohete fue denominado Mirak I (Cohete mínimo), utilizaba un motor que había abandonado Oberth a partir del cohete que se diseño para la película de Fritz Lang.
Un vuelo de Esnault Pelterie
La VfR se encontraba en malos momentos, Winkler renunció a su cargo de presidente, una reunión urgente con Willy Ley, Klaus Riedel, Oberth y Nebel entre otros, se conformó para solicitar a Oberth que proporcionara el cohete de la película para realizar experimentos con combustibles líquidos.  Sin embargo, el cohete, aunque pensado para realizar un despegue real y con todos los detalles del caso, no cumplía con los requerimientos para experimentos con combustibles líquidos.  Decidieron entonces diseñar un nuevo cohete al que se denominó Mirak que además perfeccionaba un cohete anterior, diseñado por Oberth, denominado Kegelduse y que incorporaba un diseño fundamental basado en un motor cónico. Estas actividades transcurrían durante la primavera de 1930. Se había logrado que el Kegelduse funcionara durante 90 sec y generara 7 kgf con un consumo de 6 kg de oxígeno líquido y 1 kg de gasolina. Para agosto de aquel año, Nebel y Riedel comenzaron las pruebas del Mirak en la granja de los abuelos de Riedel cerca de Bernstadt en Sajonia.
Las pruebas demostraron que la temperatura generada por la combustión, transmitía suficiente calor al tanque de oxígeno líquido y causaba su inmediata explosión.  Un nuevo diseño construido con aluminio y con el tanque de oxígeno líquido colocado en otro compartimiento, demostró ser eficiente.
El cohete pesaba sólo 85 gr producía unos respetables 32 kgf y quemaba 160 gr de oxígeno líquido y gasolina con un impulso específico de 200 sec. Con un justificado orgullo se mostró el ingenio a los visitantes de la American Rocket Society de visita en Alemania.
Muy pronto el diseño cambió de escala y surgió el Mirak II, un cohete mucho mayor con 3.5 m de longitud, 10 cm de diámetro, un peso al despegue de 20 kg y un empuje de 60 kgf.
 No obstante el éxito de los Mirak, las cosas no marchaban bien. La situación política empeoraba, en cada reunión de la VfR terminaba amargamente por diferencias políticas y discusiones bizantinas.  Oberth hacia tiempo que estaba en su puesto de profesor de matemáticas en la escuela técnica de Medias, en la distante Rumania. Nebel, Winkler, Riedel, Ley y otros realizaban esporádicos experimentos. Para colmo un funcionario del municipio se presentó con una ominosa factura por consumo de agua que ascendía a 1600 marcos, una fortuna para los tiempos que corrían. Se  discutió, apeló a todos los dioses, pero fue inútil  Muchas tuberías en Raketenflugplatz estaban en malas condiciones y no fueron reparadas, el agua simplemente fluía y se desperdiciaba, como la VfR era la arrendataria resultaba responsable, la factura era perfectamente verdadera y legal.  Debían abandonar el lugar a la brevedad. Desalojaron con todos los bártulos a cuestas y gracias a un director de la gigantesca Siemens, amigo de Riedel se logró que toda la maquinaria, documentos, herramientas y cohetes a medio terminar, entre otros el cohete de Oberth, construido para la película de Lang, planos y diseños fueran guardados en una bodega, más un contrato de trabajo en la empresa, fue la salida más o menos honorable de los últimos momentos de la VfR.
Durante aquel ominoso invierno la entusiasta y prolífica VfR, se disolvió en lo que algunos presentes calificaron como tempestuosa y amarga reunión.  Para muchos el futuro era nebuloso y con claros indicios que la intolerancia, el racismo y las políticas totalitarias sentaban sus reales en Alemania. Algunos comenzaron a hacer sus maletas silenciosamente y poco a poco se retiraban del escenario para aparecer en otro país. Fue el caso del escritor Willy Ley, uno de los más entusiastas y magníficos cronistas y actores de la VfR.  En aquellos años, sólo permanecía activa como  sociedad civil, la American Rocket Society cuyos miembros experimentaban de cuando en cuando con las aportaciones teóricas y prácticas del profesor Robert Goddard.  En realidad había otros lugares donde el característico rugir de los cohetes se escuchaba con frecuencia.  En Viena el profesor Eugen Sänger comenzó las pruebas con motores cohete que terminaron en 1934.
Robert Esnault Pelterie
En Francia Robert Esnault Peltiere, notable piloto, ingeniero aeronáutico y su amigo André Hirsch, eran un par de  solitarios; experimentaban con tetranitrometano en cohetes nacidos de su ingenio. En 1931, Esnault Peltiere se sumó a los experimentadores que sufrieron las consecuencias de sus quehaceres en la ingeniería de cohetes. Su laboratorio explotó, perdió los dedos de la mano izquierda y sólo así, mediante un accidente de estas características, - se desprendió de la investigación policíaca- que aquellos experimentos realmente eran importantes. El gobierno francés subvencionó a Peltiere pero le impuso la condición del secreto total a sus investigaciones. Cuando el ejército alemán ocupó Paris en 1940, los trabajos de Esnault fueron destruidos, sin embargo, se supo después que había logrado construir un motor que funcionaba con gasolina y oxígeno líquido. Un año, antes en 1930, Esnault Peltiere había publicado un libro que haría compañía a los pioneros, Oberth, Hohmann y Ley con una obra titulada L´Astronautique en la cual analizaba el movimiento de un cohete en el vacío o en un medio como la atmósfera, aplicaba también, y de manera rigurosa, la termodinámica para analizar procesos de varios oxidantes y señalaba la importancia del Hidrógeno como propelante. La utilidad de los cohetes fue una clara aportación pacífica del físico y piloto francés, al señalar la importancia de investigar las auroras, la alta atmósfera y posibles viajes a la Luna y reflexionó sobre los efectos de los viajes espaciales en la fisiología humana.  En 1939, al comenzar la Guerra, Esnault Peltiere se exilió en Suiza debido a los sangrientos acontecimientos y esencialmente por  la invasión alemana a Francia en 1940, acabó con el interés del sabio francés por los viajes espaciales. El amigo y ayudante de Peltiere, André Hirsch se alistó en la Armada francesa como oficial de comunicaciones y fue condecorado por sus brillantes servicios, sin embargo, fue capturado y mantenido  prisionero en Lubeck, murió en 1962 y sobrevivió a Esnault Peltiere quien había fallecido en 1957 en Niza. Por cierto, la palabra astronáutica fue acuñada durante una cena con Esnault Peltiere a la que asistía el escritor belga de ciencia ficción, J.H. Rosny  SR. El término fue popularizado posteriormente, por el físico francés. 










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viernes, 2 de septiembre de 2011

Los libros de la pequeña historia...

Comparto con mis amables amigos una serie de experiencias muy estimulantes que han ocurrido a lo largo de la vida. Desde niño me interesé en los satélites. Creo que nadie puede explicar con claridad por qué nos interesan tales o cuales temas, el caso es que los cohetes, astronomía, estrellas, cometas siempre me han cautivado. Recuerdo muy bien, aunque apenas contaba con unos cuantos años, la experiencia del Sputnik. No exactamente los detalles pero el ambiente en mi familia era de creciente interés, sazonado con muchas preguntas y muy pocas respuestas, sobre todo a la hora de la comida, siempre reunidos  en torno a la mesa. Por fortuna no había televisión en casa y la charla era un asunto de importancia fundamental. Los debates de máximo interés los sostenían  mi padre y abuela materna, curiosos ambos y charlistas con un gran sentido del humor y pensamiento muy agudo. Mi abuela, dotada de una memoria sobresaliente;  al vivir los días de la revolución-era una niña entonces- platicaba sus andanzas y experiencias y nos dejaba a todos con la boca escurriendo baba del asombro. Mi padre más adusto, lector de amplitudes homéricas, apenas había terminado la escuela primaria, huérfano desde muy pequeño debió trabajar desde su niñez y abrirse paso en la vida con una inteligencia a todas luces anormal, es decir, sobresaliente. Solía decir, yo únicamente estudié un poco de inglés en la Academia Mota y lo aprendió de manera típica en él, cantaba las canciones de Nat King Cole, Robert Goulet, Samy Davis y otros muchos de manera perfecta, sabía más sobre jazz que cualquier otro contemporáneo. El caso es que aquel ambiente me indujo a devorar, si, es la palabra, devorar las novelas de Julio Verne, era un placer indescriptible tener en las manos una de esas ediciones en cuarto, de Editorial Molino de Argentina, con letra menuda y papel amarillento que parecían romperse por cualquier movimiento (aun guardo algunos ejemplares), estas andanzas me atrajeron serios problemas en la escuela, hecho que me llevó a considerar que Bertrand  Russell tenía toda razón cuando dijo "Todo iba bien con mi educación hasta que ingresé a la escuela" Mis hermanos, todos menores, a mi, me veían extrañados de mi comportamiento distante, al paso de los años se convirtieron en doctores en historia o antropología, el caso es que comenzaron las aventuras espaciales, Laika, Explorer, después Yuri Gagarin abrieron mis fantasías y no hacía otra cosa que leer casi con desesperación todo lo disponible en casa, afortunadamente muy abundante. Ingresé como socio lector a la maravillosa Biblioteca Benjamín Franklin, apoyada por la Embajada de Estados Unidos. Prestaban libros a domicilio durante quince días, el maestro Othón Martínez, director de la Biblioteca, me veía llegar y de inmediato me acompañaba a mis lecturas favoritas- casi en secreto solía decirme "acaba de llegar tal o cual libro, quizá te interese"-y de inmediato me dedicaba a leer con una expresión muy cercana a una expresión totalmente asnal, muchas ocasiones sin entender mucho. Un día, un periódico local publicó un reportaje sobre un personaje extraordinario: Domingo Taboada Roldán, un millonario que dedicaba parte de su fortuna y tiempo a sus telescopios y observatorios. Durante días pergeñé la manera de visitarlo, pero era demasiado tímido para intentarlo. Le escribí una carta con mi mejor letra con fecha en rojo y toda la cosa, detalles a dos tintas, supongo se reiría de la coloreada misiva. Para mi sorpresa me contestó de inmediato y además ¡me invitaba a visitarlo a su casa!. Las piernas me temblaban como si bailara rumba, pasaron días, semanas y nada, simplemente no me atrevía, intervino un amigo de mi padre que conocía al señor Taboada y un domingo de agosto, me presentó ante el amable astrónomo. A partir de esa memorable fecha, la vida cambió totalmente de rumbo, los lunes por la tarde dictaba algunas lecciones de astronomía de posición, después a los telescopios, en el refractor o en el reflector disfrutaba  observar estrellas variables, pasaron por mis ojos, Cefeidas, T Tauri, Etha Carina, los satélites Echo I y II, algunos de los primeros soviéticos de la serie Cosmos, el Pageos y así, muchos fenómenos o artefactos que pueblan la bóveda del cielo. Era especialmente estimulante  al anochecer o amanecer, observar los pocos satélites mediante las coordenadas que proporcionaba el Smithsonian y unos ágiles telescopios utilizados en los barcos. Después el proyecto de los LTP (Lunar Transient Phenomena) con vistas a las primeras misiones Apollo. Un día el querido maestro me mostró en los pequeños y bellos murales del observatorio de montura polar, con los rostros de Newton y Einstein, las firmas de Harlow Shapley, Bart Bok y otros astrónomos notables de aquellos años quienes visitaban al maestro Taboada muy conocido mundialmente entre profesionales y aficionados. Ingresé a la Universidad con el propósito de estudiar Física, realmente, al menos en el sentido oficial, no fui un alumno especialmente brillante, la verdad me aburría quizá porque no se veía un futuro interesante o ya había estudiado algunos temas, me dediqué más bien a la filosofía y por ése camino caminé un tiempo. Luego las cosas me llevaron a la geología y de un salto a estudiar volcanes activos, realmente lo mejor que se puede hacer con la ropa puesta.











hace poco decidí intentar escribir una pequeña historia de la exploración espacial. Nada sencillo como lo había imaginado al comenzar. Me dediqué los últimos meses a buscar como gambusino en las  librerías de viejo títulos sobre astronáutica, cohetes, cosmonautas y otros temas afines. Me hice de amigos entre los libreros, de hecho me llaman para avisarme que llegó un "libro que puede interesarte y añaden, si, si ya sé que entre más viejo mejor..." Y he aquí algunos de mis hallazgos, sin contar los numerosos artículos de diversa procedencia: